viernes, 11 de junio de 2010

Del bronce al hombre

Una novela histórica

Del bronce al hombre

Por Pablo Gabriel Felizia


La revolución es un sueño eterno, de Andrés Rivera
182 páginas . Edit. Alfaguara


“Juré que la Revolución no sería
un té servido a las cinco de la tarde.”


Un tumor pudre la lengua de Juan José Castelli. Él, que fue nombrado el Orador de la Revolución , tiene un tumor que le pudre la lengua y el tumor que la pudre le cercena la vida. En un cuaderno de tapas rojas, Castelli escribe que un tumor le pude la lengua a él que había sido el orador de la revolución y que su vida se va terminando. Con estos datos, Rivera recrea los últimos momentos de uno de los Revolucionarios de mayo. En la novela, el triunfo del sector ganadero y terrateniente de Buenos Aires, por sobre los Moreno, Belgrano, San Martín, Artigas, entre otros, se ve dibujado por la letra lenta y apretada que Castelli escribe en un cuaderno de tapas rojas.

En la primera imagen del libro, Castelli está en su habitación solo y comienza a escribir sus últimos pensamientos. Se transforma la imagen rígida y estática del bronce en un hombre. Rivera narra esta novela con un método poco común: parece un espiral envolvente. Castelli escribe solo en su habitación y hace florecer la historia que tendenciosos historiadores quisieron ocultar: que mayo fue una Revolución y que los Moreno, Belgrano, San Martín, Artigas, entre otros, fueron desplazados perdiendo la hegemonía por los ganaderos y terratenientes.

Ante el escepticismo de encontrarse sobre el final de su vida con un tumor que le pudre la lengua, Castelli se hace preguntas en el cuaderno de tapas rojas y en cada pregunta y respuesta renace el patriotismo de un hombre que luchó por una Argentina diferente. Rivera lo hace escribir: “¿Qué juré yo, en ese día oscuro y ventoso, de rodillas sobre los ladrillos del piso de la sala capitular del Cabildo, a la luz de velones y candiles, la mano sobre el hombro de Saavedra, la chaqueta abrochada, las pistolas cargadas bajo la chaqueta abrochada, la mano de Belgrano sobre mi hombro?”. La respuesta de Castelli da comienzo a esta pequeña reseña.

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