martes, 8 de junio de 2010

De cómo huelen el cieno los perros rabiosos

Morenistas de hoy

De cómo huelen el cieno los perros rabiosos

Por Martín Tactagi


Al cabo de cuatro años de no salir, de estar al acecho de los acontecimientos como periodistas rabiosos, hemos vuelto al cieno de las calles, al decir de Roberto Arlt, a bucear en la realidad de todos los días. Desde la vereda, el cieno parece el mismo porque son los mismos los que lo pisan, pero basta acercarse tantito para ver que allí, justo debajo del cieno, hay algo nuevo, silencioso, que comienza a germinar. Esa realidad venimos a buscar.

Después de tanto tiempo de estar a la vera del camino, hemos vuelto a caminar. Cambiamos el formato, el material, cambiamos nosotros pero las convicciones son las mismas; hacer un periodismo comprometido con la misma visión, todos los días. Así volvimos a la calle, micrófono en mano, lapicera en punta y libreta abierta para aprehender todo lo que nos rodea.

Y pese al transcurso del tiempo, al cambio de gobierno provincial y nacional (sí el gobierno nacional también cambió) la crisis internacional, la enorme lucha del campo y tantos otros sucesos de magnitud, los debates políticos y sociales en la agenda mediática siguen teniendo la misma agudeza intelectual y preocupación popular; ver quién es el próximo candidato que pueda resolver las causas pendientes. Por un lado, la realidad de las alturas, la interna del Justicialismo provincial entre Busti y Urribarri, expresión de lo que acontece en la Nación entre Kirchneristas y Duhaldistas. Así estaban las cosas cuando nos fuimos en el 2006, así las volvemos a encontrar. La disputa sigue siendo feroz, a veces con ribetes cómicos, otras trágicos, ¿pero hay alguna expresión de proyecto nacional en esos debates? Tal vez lleguemos a verlos cuando la neblina de la interna se disipe, pero para eso falta mucho todavía, y por lo visto en tiempos pretéritos, no pareciera que esta vez vaya a ser distinta de las anteriores.

En lo provincial, las próximas elecciones tienen un plus. Aunque aún no está puesta la fecha, van a ser antes que las nacionales, motivo por el cual la militancia ya comenzó a caminar las calles. Todos están de campaña, algunos más como Busti y otros menos como Benedetti, y aunque el mundial enfríe los motores por un mes, todos piensan en el primer semestre del 2011. Lo que es indudable es que el final nunca fue tan incierto como ahora. Entre un peronismo dividido y un radicalismo debilitado, las próximas elecciones serán como el final de una buena película de suspenso, sorpresa total.

La otra realidad, la del llano, la de los de a pie, la nuestra, la suya, la del cieno de la calle, no se ofenda, es la que nos interesa, y solo en la medida en que nos interese a nosotros, abordaremos las peleas de ellos, las peleas de altura.

Este será un año de paritarias y, tal vez, casi por analogía, de paros y movilizaciones. Los docentes nucleados en AGMER advierten sobre las posibilidades de no comenzar el segundo cuatrimestre si no hay aumento, los estatales exigen un aumento digno, no como el que negoció la cúpula de UPCN, y desde la seccional local de la Bancaria exigen un reacomodamiento salarial, solo para nombrar algunos. Por otro lado, está esa realidad silenciosa que nos acecha en la mañana, cuando nos levantamos pensando cómo haremos para terminar el día o, en la noche, cómo haremos para comenzar en la mañana. De esta realidad, subyacente y previa a las broncas, los paros y las movilizaciones, también nos ocuparemos. Realidades que tantos dirigentes desprecian, subestiman, pero que al decir de Martí, son como los volcanes: están allí, silenciosos, hasta que un día despiertan y arrasan con todos los desprevenidos.

El viernes a la tarde, sentado en el bar de costumbre con Jorge, un desarrollista que odió con fervor a Perón pero que encontró en Kirchner un amigo popular, me criticó por pesimista. Mientras tomaba el cortado sin azúcar, me miró por encima de la taza, y se despachó con el argumento:

- ¿Y sabés por qué sos un pesimista? Porque mirás la realidad con ojos deprimidos.

- Son ojeras –contesté a modo de defensa, pero Jorge me ignoró y continuó con su argumento.

- Con la cosecha de soja, vuelve la plata… en Diamante la cola de camiones con soja es interminable, como cuatro manzanas llenas de camiones. Si esto lo hubiésemos tenido con Frondizi…

- ¿Te parece. Jorge?

- Pero claro, hay que tener fe, mientras en China haya hambre, clientes no nos van a faltar. El tuerto es cabrón pero no gil.

- En eso tenés razón, las retenciones no se coparticipan…

- Si hay plata en la Nación, Entre Ríos baila la marcha de los pingüinos… -dijo mordiendo la última medialuna salada–. Además los campesinos invierten acá, y las economías regionales…

- Te comiste mi medialuna, Jorge –lo interrumpí–, yo soy pesimista pero vos sos…

- ¿Yo soy qué?

- ¡Que comerse la medialuna de otro no tiene nada de nacional y popular!

- Yo te explico cómo se soluciona el hambre en la Argentina y vos te calentás por una medialuna, ¡sos de cuarta, Tincho!, ¡pesimista! –sentenció, y se fue sin saludar.

Estuve a punto de gritarle “esa medialuna era mía”, pero me quedé pensando que a lo mejor algo de razón tenía. A veces pensamos que las soluciones están allá lejos y resulta que las tenemos acá al lado. En fin, con o sin soja, con o sin medialunas, de lo que se trata es de mirar la realidad con las convicciones de siempre. De lo que estoy seguro, es de no ser pesimista. Cuando Moreno lanzó La Gaceta de Buenos Aires iba detrás de un propósito mayor al de informar, lleno de convicciones y de razones que quiso comunicar a un pueblo a días de la Revolución de Mayo. A doscientos años, detrás de esas convicciones, marchamos nosotros.

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